sábado, 27 de abril de 2013

Ana

Porque no soporta la ausencia de las noches. Porque nadie la llama más que su hermana para invitarla a cenar con su cuñado y los chicos. Porque llega el fin de semana y se recuesta en la cama para ver unas películas on line y comer helado hasta el hartazgo. Porque el deseo no traspasa su alma. Porque el óxido de los huesos corroídos la desespera. Y porque se cansó de que sus amigas le digan que está loca, que puede ser peligroso y poco convencional lo que desea, Ana decidió aceptar una cita a ciegas.
            Lo conoció por Internet. Se llama Franco y tiene treinta y pico. Es separado, vendedor de seguros y papá de dos nenas. Se citaron en el café que está frente a la plaza. Ana está nerviosa, es su primera vez a ciegas. No se enviaron fotografías, prefirieron el misterio de sus rostros. Ella intuyó la sensibilidad de Franco y hastiada de su soledad se atrevió a probar. Ana es valiente. Pinta óleos pero trabaja como recepcionista en una galería de arte. Sueña con exponer allí algún día. Está sentada junto a la ventana con un vestido rojo descolorido, así le gusta llamar a ese color. Entra al bar un hombre maduro, seguro de sus pasos y busca con la mirada. Ana es toda  taquicardia. Pero no es Franco, el hombre pasa a su lado, se sienta en otra mesa y  pide un café. Franco lleva treinta minutos de retraso. Ana se acomoda el cabello y se retoca el maquillaje. Le pide al mozo otro té de frutas silvestres. Y piensa. Ya no está nerviosa. Cree que su cita  no llegará. Supone  que la vio a través de la ventana y que no le gustó su apariencia. Suspira pero no decae. Ana es morena, ni alta ni baja, ni gorda ni flaca pero tiene la sonrisa más hermosa de Latinoamérica. Mientras sigue esperando a su desconocido saca del bolso el catálogo con sus pinturas y las mira. No son malas. Expresan la necesidad de llevar a cabo la intensidad más que la duración del deseo de gobernar sobre su propia vida. Perdida en sus reflexiones alguien se le acerca y le pregunta si ella es la artista de esos cuadros. Ana levanta la mirada y con una sonrisa espontánea le responde afirmativamente al hombre maduro que había ingresado antes por la puerta del café. Él conoce a varios paisajistas. Se sienta a su lado y comienzan a charlar sobre pintura mientras el óxido de sus huesos empieza a diluirse entre su cuerpo.
           
          

  Probar no es estar loca. Animarse a conocer a otrxs sino estar abierta a nuevas posibilidades. Es transitar un camino para fortificarnos y aprender de nosotras mismas. Es un paso necesario para crecer y para conocernos. Ante la no llegada de alguien por conocer aceptó la presencia de un otro por descubrir. Ana transforma el fracaso de la no llegada de Franco en un éxito. Trata de ser como una espiral, se abre para volver siempre a un centro. Se arriesga a conocer lo que se le presenta. Crece. Crecer duele nos dicen siempre y es cierto. Neverland es para las Wendys. El mundo real para las Anas. Bienvenida al mundo mujer de treinta y pico.

martes, 16 de abril de 2013

Margarita


            Margarita cansada de esperar que el amor verdadero llegue  hacia ella se levantó temprano una mañana decidida a cambiar su destino. Se empleó en un salón de estética masculina de muy buen nivel y  puso manos a la obra. ¡Qué deleite para sus ojos! ¡Qué hombres refinados, esbeltos, caballeros, adinerados, maravillosos! Y todos para Margarita. Ella es reflexóloga así que a través de los pies de los clientes pudo acceder a los secretos más recónditos de cada potencial esposo. Sabía que el indicado llegaría en cualquier momento. Mientras tanto probó suerte con Esteban, bancario y de  buen pasar económico, sus pies sólo delataban estrés así que era un buen candidato para probar. Salieron a almorzar varias veces y a amarse otras tantas. Finalmente, una llamada urgente dejó al descubierto que era casado. Entonces conoció a Joaquín, hombre de negocios, después a Rodrigo, graduado en leyes, más tarde a Fermín, bisexual con pareja estable, luego a  Donato, experto en sexo pero con grandes conflictos narcisistas, también  a Lucas, Iván, Ernesto, Roberto, Rogelio y muchos otros pero  o eran casados, o ególatras consumados, o mujeriegos,  o fóbicos al compromiso, entre otras “patologías”. En fin, leer el mapa de los pies sólo le pronosticó a Margarita saber si estos hombres tenían problemas estomacales, de hígado, de jaquecas pero no si iban a ser el amor de su vida. Desde que tomó este empleo ya pasaron catorce meses y ella sigue buscando frenéticamente el hombre ideal. Se encuentra tensa, angustiada, contracturada porque cree que cada vez que la puerta de su gabinete se abre entrará él. No se dio cuenta, aún, de que la vida pasa a su lado y de que Javier, el cadete de la  cafetería del centro de estética no sabe cómo hacer para invitarla a pasear por la plaza del barrio para declararle su amor.
           
Por qué será que nos empeñamos en  la búsqueda  infinita y rechazamos aquello que no buscamos y que podría llenarnos de amor. Por qué no embarcarnos también en la aventura de conocer a  tantos Javieres que nos harían, quizás, muy felices. Margarita busca el hombre perfecto y espera que se abra la puerta de su gabinete. El hombre que aguarda no es real, es una recreación de aquel que idealizó. Por eso la eterna angustia y la ceguera frente a Javier. Ella espera a aquel que la espera. La espera es la tendencia a la pasividad, a la evasión de los conflictos interiores. Por qué esperar y no llevar a cabo la acción inversa que es el accionar. Por qué no dejar de esperar y empezar a aceptar las posibilidades que se nos presentan espontáneamente sin forzar las situaciones.  Dejemos que la vida fluya ante nuestra presencia rompiendo la dualidad discursiva que nos apresa. Disfrutemos el momento. Encontrar es una buena recompensa.
            ¡Hasta la próxima peripecia! 


Mujeres de treinta y pico

Historias de mujeres es un conjunto de relatos que recorre diferentes entremados por los que muchas mujeres transitan cuando desean encontrar una pareja cualquiera sea su tipo.

Las protagonistas de estos sucesos tenían treinta y pico cuando los escribí y una vida determinada. Hoy cercanas a los 40 y con otra vida, sus historias me interpelan para contar una segunda parte, porque somos un continuo devenir en cambios.

Entonces, vuelvo a referescar el ciclo con las primeras peripecias para luego en un segundo recorrido ver cómo se encuentran estas mujeres hoy en un nuevo fluir.